viernes, 26 de agosto de 2011

Me voy a asfixiar hasta abrazarme

Una mayúscula al apetito, que ruge y saca del fondo del suelo, las palabras adecuadas para repactar esa deuda. Una deuda que a diario a sabido conquistar.
Y para cuando se saciará? Digamoslo, nunca. Se sabe, esa impotencia del gusto, del deseo. Se sabe esa estupidez de la necesidad. Una necedad. Sí. Por supuesto que sí, y si nos atrevemos a dejarla huir, nadie podrá dejar de ser un patrón cazador.
"Pensaba que para sobrevivir, debía verme furioso", y esa frenética misión me hizo sudar... cuál feracidad escondida, tal vez inexistente nos rodea contra esa naturaleza de almas perfectas. "Goza!", otra histérica preocupación. Qué pasa cuando veo que el avance de la edad, el pasar de tal y cual tiempo y el deterioro de los espacios y de sus nombres es también un deterioro de mi integridad y mi lugar pero no en conjunto a lo que sería el avance, el progreso, sino un antiproceso que significa exactamente lo mismo que la mejora, que el diario vivir.
¿Qué pasa?
Que la vida es irónica, qué irónica es la vida. Que un paso adelante es uno atrás, que mientras suena la risa, suena el llanto y si es no. Es la triada que ha engañado a la gran masa, que no deja de fastidiar...uno dos y tres, los opuestos y su reducción, la síntesis, la desintegración. "No hemos dejado de pensar de a dos". Claro que no, y cómo no! si nos hicieron creer que la única manera de procrear, de germinar la vida era sólo entre dos. Y dos distintos! Los opuestos! Todo el círculo impermeable huele a... nada.
Y si me río, es porque la nostalgia es excesiva. Si lloro de la risa, voy a vivir para disfrutar mi propia muerte. La felicidad estuvo acompañándome para verme sentir.

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