viernes, 9 de noviembre de 2012

Para todos nosotros caerá la noche y llegará la diligencia del abismo.


Cuando nació la generación a la que pertenezco, encontrò al mundo desprovisto de apoyos para quien tuviera cerebro, y al mismo tiempo corazón. Nacimos ya en plena angustia metafísica, en plena angustia moral, en pleno desasosiego político. Pero el criticismo ordinario de nuestros padres, si nos legó la imposibilidad de ser cristianos, no nos legó el contentamiento con que la tuviésemos; si nos legó la incredulidad en las fórmulas morales establecidas, no nos legó la indiferencia ante la moral y las reglas de vivir humanamente; si dejó dudoso el problema político, no dejó indiferente a nuestro espíritu ante cómo se resolvería ese problema. Nuestros padres destruyeron alegremente porque vivían en una época que todavía tenía reflejos de la solidez del pasado.

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