Prisionero en un terrario
donde el sol no tiene horarios,
la vida te sabe a poco
y el calor es un gran foco
que ilumina tu amargura
de dragón encarcelado;
camaleón disfrazado
de crucigrama incompleto
te tratan como a un objeto,
como a un muñeco olvidado.
Con tu lengua pegajosa
quieres cazar mariposas,
camuflado en la espesura
de una selva de verduras.
Tus ojos como canicas
se imaginan el ocaso
en un paisaje de arena
lleno de insectos volando.
Hoy te alimentas de sueños
y contemplas con tristeza
el tiempo de los humanos
desde el cristal de tu celda
donde un día te enceraron.
Cautivo que te transformas
en el color de las cosas
has dejado de esconderte
porque nada te divierte.
Camaleón desolado,
odias vivir encerrado
y pestañeas ausente
esperando algún milagro
que fragmente en mil pedazos
las paredes transparentes
de tu cárcel de juguete.
De Hagamos caso al tigre, de Ana Merino.
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