viernes, 15 de agosto de 2008

En el libro viejo de grandes dibujos
colores las mujeres con collares de madera
negras
altas y delgadas
"hablando de organizacion...te bajan el autoestima
valorizan la mùsica"
El desierto quemaba sus pies
la brisa daba escalofríos a las mujeres de Balery
los niños a su lado
los hombres...
no existían

Eran tiempos de soledad
de peste
la sonrisa era un simulacro que quisieron inventar
para no caer en el horrible destino

¿cuántos esclavos más?
Ellos quisieron saber.


Un jarro en las manos y sobre la cabeza. Las casas se alejaban rápidas, el vacío llegaba y el pozo de lejos se ve. Oasis.


El castigo...el sonido de los tambores le decía que rápido tenía que el agua llenar el jarro que en las manos y sobre la cabeza la negra traía. Mujer valiente. Una guerrera. Siempre cerca de sus hijos. Llorar no le era conocido. Tampoco reía demasiado. Sólo los dientes mostraba cuando los rubios iban a robarle los niños.

Los tambores. Los opresores llegaban.

Corrió con una mano tocando la otra pequeña mano. La otra mano sosteniendo el jarro que sobre la cabeza. Sus ojos se abrían cada vez que recordaba su carpa; dentro, sus cosas, su cama, su enfermo hijo. Botando el agua rompiendo el jarro tomando al hijo llegaba la negra ...



"Porque no comprenden que la tierra no se vende. Que aterrorizan a los niños. Que la sentencia debió ser que no hay sentencia..."


Los ojos. Vio todos y cada par de ojos.
Ninguno eran los pequeños de color miel que andaba buscando.


Se lo han de llevar.
Y ahora todo lo que toca lo destroza.

La vida la hizo suplicar por esos pequeños ojos.
La negra se volvió del otro lado del colchón sobre el suelo en su carpa, aquél donde le arrebataron su seudofelicidad.

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