es una pena avergonzada que carcome cualquier extraño y nuevo sentimiento, que emite el sonido de los escalofríos y que dispone del rostro una gestualidad imposible de quitar, una especie de asco que no tiene por donde dejar de ser. Si supiera cuánto más voy a volver la mirada ante lo patético, podría sentirse menos áspero ... pero nada de eso se sabe jamás.
Qué desperdicio de belleza, de inteligencia, de sensualidad. Fue un error y sólo los ojos abiertos de la mente lo pueden distinguir.
Aquellos que han dejado su marca burlesca en ello, sólo pueden disfrutar como estúpidos viejos, a los que se les cae la piel cada vez que muecan de una risa más. Nada podría estar más horrible que esta inspección y este descubrimiento.
Hay cuestiones en las que jamás se debe ahondar.
Y hay veces en que se hace necesario cerrar los ojos, o en su defecto... sólo ver los colores, las luces, y las opacidades, sin trasfondo, sin historia...
si hay tantas arañas aplastadas en el barro, ¿por qué se moja aún más la tierra?
y ¿por qué tiene mi pecho y mi espalda que sentir esa humedad y ese frío, todo en un sólo y asqueroso movimiento?
una cabeza de perro, una sinfonía sin oreja, un lanzafuego autónomo. Un abrigo que sube o desciende para sacar las costras, para retirar los pedazos y volver a armar una superficie triste.
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