martes, 21 de julio de 2009

Un poco de información sobre Grand Guignol


París, 1899, rue Chaptal, barrio de Montmatre. Capas largas, sombreros de copa alta, carruajes suntuosos, joyas, perfumes caros. Caballeros y damas de alta sociedad se adentran en las oscuras calles de un barrio decadente, y entran en un edificio que alguna vez fue una capilla. Adentro, les espera una orgía de sangre, sexo, traiciones, torturas, asesinatos, mutilaciones y violaciones. Cuando un ojo es arrancado con una cuchara del rostro de una bella mujer se desmayan unos cuantos, cuando una prostituta es degollada algunos salen a tomar aire y son atendidos por un doctor, otros corren a vomitar su vértigo cuando una piel es arrancada de la espalda de una persona viva. Pero todos se quedan hasta el final. Para eso han venido.
Todo horror tiene nombre, y este se llamaría Grand Guignol.Teatro violento, descarnado, visceral, de bajas pasiones, uno de los secretos sucios y fascinantes de París, una atracción turística que llegó a ser en su tiempo tan indispensable para el turista como el Louvre o la Torre Eiffel. El teatro del Grand Guignol, inspiración, referencia primaria del cine de terror, del gore norteamericano, del llamado teatro del pánico y hasta del mismo Perro Andaluz (1928) de Luis Buñuel y Salvador Dalí en la escena del ojo, la luna y la navaja.El teatro del Grand Guignol abriría sus puertas en 1897 y las cerraría sesenticinco años después, persistiendo su espíritu en homenajes, filmes, y en la memoria de aquellos que tuvieron el retorcido placer de presenciar aquel arte. Su fundador: un tal Oscar Méténier, ex secretario privado del comisionado de la policía de París, y admirador de Émile Zola, abanderado del Naturalismo literario. Con el tiempo, el empresario Max Maury se haría cargo del teatro (luego de la misteriosa desaparición de Méténier), y con la colaboración del Príncipe del Terror, el libretista, André de Lorde, el Grand Guignol alcanzaría su cima y renombre internacional.El lugar tenía un aforo de unos 280 puestos, y un pequeño tablado, sobre el que se dramatizaban historias muy cortas que provocaban sin duda una electrizante catarsis aristotélica en los presentes. En una noche, se llevaban a cabo hasta cinco representaciones, y su éxito se medía por la cantidad de asistentes desmayados. Para los "efectos especiales" se utilizaban ojos de animales, visceras, sangre falsa, materiales varios con aspecto de piel humana, y una serie de instrumentos trucados e ingeniosos, como cuchillos con hoja retractil. Las historias eran tomadas de la vida real, inspiradas en el ya mencionado Naturalismo literario, pero exageradas en el morbo. Una de ellas: una mujer es injustamente internada en un asilo; durante la noche, las reclusas orates se van hasta su cama, la inmovilizan, le sacan los ojos y le echan agua hirbiendo en el rostro. Según el historiador de teatro Mel Gordon (The Grand Guignol: Theatre of Fear and Terror), Maxa, una de las actrices del Grand Guignol, fue asesinada más de diez mil veces. Pidió auxilio unas novecientas veces, gritó "asesinato" más de mil, y "violación" más de mil ochocientas. El Naturalismo, entendido de un modo simplista, mostraba lo más feo y desagradable del hombre, su parte más animal. Émile Zola, no obstante, habala de una literatura "científica" que tomaba los hechos de la naturaleza, tal cual, sin juzgar ni sacar conclusiones. Zola asumía que de esa literatura imparcial, podía surgir un conocimiento extra literario, otorgándole un fin moral y terapéutico al Naturalismo: "Somos, en una palabra, novelistas experimentadores que demuestran por la experiencia cómo se comporta una pasión en un medio social. El día en que conozcamos el mecanismo de esta pasión podremos intentar reducirla o, por lo menos, hacerla lo más inofensiva posible." El teatro del Grand Guignol llevaba al extremo los postulados del Naturalismo, quizás más por un interés comercial que científico. Lo que sí es cierto, es que su huella de truculencia y sangre falsa ha perdurado en los ámbitos artístico y comercial.Clive Barker, George Romero, Russ Meyer, Peter Jackson (conocido ahora por El Señor de los Anillos, pero autor de filmes gore en su inicios), Roger Corman, John Carpenter, los hermanos Argento, Tobe Hopper, Stanley Kubrick, Stephen King, Dalí, Buñuel y muchos más, mejores o peores, para bien o para mal, tienen una gran deuda con el terrible teatro del Grand Guignol.

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Guignol es el nombre de una representación de marionetas que nació en Lyon para dar voz a los trabajadores de las fábricas textiles. En el Guignol se decía lo que los humanos tenían prohibido decir y pronto su fama se hizo legendaria. A la costumbre de terminar siempre la representación a golpes se la asoció pronto con la violencia, de ahí que su nombre se suela asociar con lo sangriento y lo brutal.
Y el teatro de la rue Chaptal terminó de dar sentido a ese nombre ya que fue, durante muchos años, el teatro del horror, de lo morboso y de la sangre.

El teatro del miedo.
Una capilla destruída por la Revolución, marcada por tanto con la destrucción y el asesinato (el Gran Terror final revolucionario) y que había sufrido varias transformaciones y usos, terminó por devenir en el año 1895 en una elegante sala: “Le Téâtre Salon” donde tenían lugar las más refinadas representaciones. Pero estamos en el comienzo del cinematógrafo y las multitudes comienzan a reclamar espectáculos más de su gusto, llega así Oscar Metenier en 1897 y, siguiendo la pauta del teatro naturalista de Émile Zola, da voz a prostitutas, ladrones y mendigos, que retratan allí su vida de miseria y horror. Posteriormente es el escritor André de Lorde, fuertemente influenciado por Edgar Allan Poe, quien marcará a fuego aquel diminuto lugar (era entonces el teatro más pequeño de París) con el distintivo de “Le Téâtre de la Peur”
Litros de hemoglobina, tripas y carcasas de animales, globos oculares sacados de los mataderos de París y efectos especiales primitivos pero convincentes en aquella atmósfera sumida en la penumbra sirven para dar realismo a los asesinatos, torturas y operaciones quirúrgicas simuladas que se escenifican cada noche en el Grand Guignol de la Rue Chaptal, pronto convertido en el auténtico templo del horror de París. El éxito de una representación se calcula por el número de desmayos en la sala y el éxito y la leyenda de la sala es tan grande que una de sus actrices participa en el rodaje de “El Gabinete del Dr. Caligari”.

La leyenda dura hasta los años 60.
Aún a pesar de las matanzas de la I Guerra Mundial en el Somme , el saliente de Ypres y tantos otros lugares, a pesar de la II Guerra Mundial y de los nazis, parece que el gusto de los humanos por el espectáculo de la sangre vertida nunca se ve enteramente satisfecho. El “Théàtre du Grand Guignol” sucumbió finalmente, quizá no tanto por el cansancio del público, sino por su mayor exigencia a la hora de mostrar la violencia. ¿Quien sabe?

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