martes, 6 de octubre de 2009


Una mujer que asqueada veía y acusaba al vagabundo de la esquina:

sentado en la calle harapiento como cualquier vagabundo tomaba de la mano a un niño también sucio, con ojos tristes, que intentaba zafarse. ¿pero qué le hace…lo conoce?

La mujer aun no entendía. No entendía que el apretón era mucho más fuerte, obligaba al niño quedarse.

Asustado empezaba a hacer muecas con la boca y el vagabundo mientras le sonreía ansiosa y secretamente le tocaba el cuello, baja por el pecho con la otra mano las piernas y el sexo. El pequeño sexo.

¡déjalo, suéltalo asqueroso! Pero no había nadie quien lo gritara, quien lo notara… la mujer también calló. Pasó por el frente mientras el niño la miraba huir como el recluso ve eclipsarse la luna por entre los barrotes…

Las lágrimas caían grises del sucio rostro a la acera, donde esperaba el viejo vagabundo, caían grises y manchaban más de mugre ese rostro infantil.

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