sábado, 27 de junio de 2009

De noche

3:32 a.m. y el abuelo apaga el fogón de la cocina.
Va al comedor a poner la mesa y llama a la familia.
Yo lo miro con un poco de lástima. Con un poco de hastío.
Con ojeras se sientan a la mesa. Callados comienzan a comer, unos bostezos, unos cabeceeos.
El último plato lo trae el viejo y la fuerza es mucho menor
tambalea al caminar y bota un vaso.
Se quiebra. Afuera, silencio total. La desgracia de mi madre.
Nadie quiere perder aún la paciencia.

Recojo los vidrios y mientras escucho los llantos de papá
me corto la mano y dejo caer un poco de sangre a la alfombra.
El abuelo sentado, pierde la vista en la calle por la ventana.
Pensará tal vez que están todos muertos.
"Vamos a tomar la siesta. Usted quédese aquí viendo tele. No haga mucho ruido, y si necesita algo me avisa, ¿está bien?"
Me siento al lado del abuelo y vemos tele.

A los comerciales se acerca y me pide
que lo perdone.
Me asusto
creyendo que podría haber comenzado a entender la situación...
...hace tanto, tanto tiempo...
"¿Por qué tata, por qué?"
"Es que...bueno, ya no soy el mismo viejo de antes...
y ése era su vaso preferido mijita".
La telesererie que veía estaba grabada
y repetía una y otra vez el mismo capítulo.
El final.
Su lágrima... era siempre por la misma razón.

La mía también.


"¿Y... a qué hora entra al colegio?"
...
"De noche tata, de noche"

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