martes, 12 de julio de 2011

Me encuentro con una puerta entreabierta, dejando ver la oscuridad de esa noche, parecía helada, seca, pero a lo lejos intervinieron las hojas...cayeron hasta uno de mis pies y no alcancé a recoger una , cuando sonó una flauta. Había alguien , lo sabía, pero ¿dónde? Había recorrido toda la casa, y sí, era enorme, tenia un desván -fue lo primero que visité, en que hurgué, también había una pieza que parecía estar cerrada con llave, pero la forcé y entré. Donde también comprobé que seguía vacía, que solo yo estaba ahí, pero seguí escuchando el sonido de la flauta, ¿podría ser otra cosa? Seguí de pie, frente a la puerta a punto de cerrarse por el viento duro de afuera, la noche estaba también vacía. Miraba hacia la calle, no sabía si entrar o salir, me quedé ahí. Por un momento. Pero la inquietud me obligó a volverme. Me di vuelta y a unos cuantos pasos de mí, estaba parado un hombre alto, delgado, tenía el pelo largo. Lo vi porque no estaba de frente directamente mirándome, creo que ni siquiera me miraba. Y sostenía con ambas manos lo que creía era una flauta, más larga de lo que recuerdo. Y el susto me hizo tambalear, sentí neusea y me sentí desorbitada, mareada como si un olor me hubiera expulsado hacia un lugar del que no tenía noción. Él siguió tocando , mientras avanzó muy lentamente pero seguro hacia donde yo estaba, apoyada de espaldas en la pared. Intenté verle el rostro, fue imposible. La única luz que iluminaba lo que pude describir hasta ahora, me llegaba directo a la cara, sólo veía la silueta, hermosa, de este hombre. Sabía que era un hombre, lo noté porque también me fijé en las calzas ajustadas que llevaba puestas. Se podía ver un gran bulto.Intenté decir algo, pero la impresión aún me asfixiaba un poco. No tuve ganas de correr o de gritar, sólo que cuando comenzó a estar cada vez más cerca- y pude darme cuenta de ello- mi cara empezó a calentarse y me sentí roja, ahollada. Le sonreí. Quería saber si me diría algo, si dejaría de tocar aquello que no puedo recordar.
Oh, el recuerdo, el silencioso recuerdo.
El pasillo era lo bastante largo, como para notar que él avanzó casi veinte pasos para llegar a mí, a una distancia de no más de dos... Se paró y fingió bailar, porque se movía como si estuviera burlándose de sí mismo, como si quisiera agraciarme. Me agradó y le devolví otra sonrisa. Mi brazo seguía apoyado en la pared y el otro suelto, caído. Me excitó, no bastante, pero me sentí cálida cuando lo vi moverse y pude notar en sus facciones una sonrisa. Dejó de moverse, y dejó de tocar. Pero seguía tomando la flauta con las dos manos y la sostenía con sus labios. En ese momento me llegó un viento con un olor exquisito. Era como madera, era como barro, me di cuenta de que era su aroma. O de su cuerpo. ¿O su boca? Ambos nos dimos cuenta de que yo había sentido su olor, por la manera en que junté los párpados, complacida, y a la vez por cómo me acerqué muy sutilmente a su cuello para absorver todo ese delicioso hedor. Mis ojos llegaban a la altura de su cuello. Cuando abrí los ojos, después de un rato muy largo, vi que me estaba mirando, vi el brillo de sus ojos, que no eran pequeños, redondos, o tal vez no, normales, pero intensos. Distinguí la pupila inmensa que acaparaba esos ojos amarillos. Y comenzó a jugar con la flauta que aún tenía entre los labios, la soltaba despacio, para acariciarla con la lengua. Pude ver una masa muy rosada, delgada y larga salir y jugar con la boquilla de la flauta. Con el borde, los lados, el orificio por el que soplaba esas notas. Y a veces se metía la flauta a la boca y la apretaba con los labios y lo hacía una y otra vez... no dejé que pasara mucho tiempo para meterme la mano bajo el pantalón y el calzón y empezar a tocarme la vagina con un dedo. Un sólo dedo. Él se acercó hasta que pude ver una nariz larga, no muy gruesa y pude ver el color de su piel, pálida, y el color de su boca, roja. Rojísima. Y sentí su respiración chocar con la mía. Tomó la flauta con una mano y la acercó a mi mejilla. Estaba mojada y helada, la sentía entre la mejilla y el comienzo de mi boca, en el mentón y el cuello. Y con la otra mano, se mojó el dedo índice y empezó a jugar con mi pequeña nuez, esa que sale de la garganta... la hacía vibrar, provocándome tragar mucha saliba, y sin darme cuenta tenía la boca de la flauta en un pezón movida ágilmente por su mano. Mientras me masturbaba sentía lo mojada que estaba. Por mi entrepierna caía una gota de jugo, que llegaba hasta casi la rodilla. Cuando estube a punto de acabar, sus dientes mordieron mi cuello, justo el lugar donde me estaba tocando con el dedo y me succionó toda la piel muy fuerte, agarrándome la cabeza contra su boca abierta, inmensa, que se llevaba toda mi aspiración... Caí al suelo, sentada, con la cabeza mirando hacia el techo que estaba muy muy arriba...con una mano en el clítoris y otra cubriéndome el cuello, agonizando y los ojos desorbitados. No podía sostenerme bien, ahí sentada, y de la boca inevitablemente abierta me salían algunos murmullos, no sé qué decían. El corazón me palpitaba tan fuerte que podía escucharlo desde afuera, y aún sentía los dientes clavados de él en mi cuello. Lo busqué con la mirada aturdida, pero no lo vi. No había nadie. La puerta seguía entreabierta, y afuera el viento casi se llevaba al árbol que había a lo lejos.

1 comentario:

tigre-azul dijo...

mira lo que me encontré seguiré
bagando por este maldito submundo
espero no perderme